Las familias huarinas
preparaban empanadas de jigote y de calabaza para acompañar el chocolate
caliente, a base de cacao y leche de vaca, en la cena de Navidad.
Por:
Yanet Reyes
Cortesía/Michel
Malqui
Las
empanadas reemplazaban al panetón
en la
nochebuena como parte de las costumbres.
El
panetón no era muy comercial y los antiguos
huiarinos ni siquiera lo conocían.
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No cabe duda que el
panetón es un producto bastante comercial en las fiestas de Navidad y de Año
Nuevo. En la mayoría de hogares, por no decir en todos, su presencia es
infaltable en la cena navideña desde hace muchos años.
Pero, se ha preguntado
usted ¿con qué acompañaban la chocolatada de nochebuena las familias antiguas
cuando el comsumo de panetón aún no se había masificado?
A continuación le
contaremos la historia de la provincia de Huari (Áncash), donde según el
testimonio de algunos habitantes, el tradicional producto navideño ingresó a
sus hogares después del año 1800 y hasta ese entonces se preparaban empanadas
de calabaza y de jigote para acompañar el chocolate caliente, a base de cacao y
leche de vaca.
La
cena navideña sin panetón
Según la profesora
María Ortega Valle, antes del año 1800, los huarinos ni siquiera conocían el
panetón porque su venta solo se concentraba en la ciudad de Lima y para los
provincianos era muy difícil desplazarse hasta allá solo para comprar este
producto.
Refiere, además, que
elaborar las deliciosas empanadas era parte de sus costumbres, que a la fecha
solo algunas familias conservan, precisamente, porque en la actualidad el
panetón está al alcance de todos y en Huari, como en otras partes del país, hay
varias panaderías que trabajan en su elaboración, señala.
“Antes en la mayoría de
las casas había un horno a leña donde se preparaban las empanadas, que, la
verdad, no nos hacían extrañar otra cosa porque son muy ricas”, expresa la
maestra del sexto grado de primaria de la institución educativa parroquial
Silvia Russ, quien a pesar de los años mantiene esta tradición heredada de sus
abuelos.
Las
empanadas de jigote y calabaza
La docente nos cuenta
que la costumbre era engordar un chanchito en el mes de octubre para obtener el
jamón, el cual después de ser deshilachado y aderezado con cebolla china,
aceite, sal y un poquito de achote, constituía el relleno perfecto para la
empanada de jigote o de carne de chancho.
Así también, "para
preparar la empanada de mazamorra de calabaza, teníamos que hervir de seis a
ocho horas el vegetal pelado con canela, clavo de olor, chancaca y azúcar. Tras
agregárle cáscara de naranja estaba lista para adherirse a la masa, elaborada,
en ambos casos, con harina, manteca de chancho y huevo", detalla Ortega.
Al
rescate de una costumbre
“En todos los hogares
consumíamos nuestras empanadas en la cena de Navidad. Todo era preparado con
productos naturales, sin colorantes, ni presevantes. Por eso es que los pocos
que seguimos haciendo estas delicias quisiéramos que las nuevas generaciones lo
imiten para que no se pierda la costumbre", manifiesta con nostalgia la
profesora.
Las costumbres de un
pueblo van tejiendo su historia, es por ello que algunas familias huarinas aún
se toman su tiempo para elaborar las famosas empanadas que en realidad, no
tienen nada que envidiar al panetón.
Por: Yanet Reyes
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